En las escuelas no se debería actuar pensando que
hay una sola manera posible de evaluar. Una buena evaluación debe
otorgar confianza y generar, por el contrario al clima habitual que se
instala con las evaluaciones, un espacio para permitir que los
aprendizajes fluyan y se expresen con naturalidad. Posibilitar reconocer
nuestros límites, reírnos de nuestras propias exigencias y recuperar el
sentido de lo humano en el acto de aprender. Desde esta perspectiva, la
evaluación recupera y es proveedora de seguridad y protege a los
estudiantes y por tanto, se imbrica en la buena enseñanza.
Esta interesante reflexión de Edith Litwin, nos permite profundizar en el sentido que, la evaluación tiene que fortalecer el aprendizaje, no es solamente un aspecto con el que tenemos que cumplir, muchas veces esta se realiza automáticamente perdiendo el sentido que tiene.
En el caso particular de este texto se refiere al uso de los portafolios, otro novedoso formato para implementar con los chicos/as.
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